Nuestro derecho a
indignarnos
Cuando estudiaba en la
universidad se nos presentó la siguiente situación, nuestro entonces profesor
de Economía Dominicana, mi buen amigo Odalys Marte, nos informaba de la fecha
del examen final de la materia, que coincidía con el final de otra materia. Tal
coincidencia exacerbó al aula, y le pedimos a Odalys que cambiara la fecha. El
muy calmado nos respondió al respecto: “Cuando siento el calor, veo la luz”.
Años después puedo valorar en su
justa dimensión el significado de aquella frase. En los momentos de mayor
dificultad o cuando las cosas se complican, sólo nuestra capacidad de
organización y la creatividad, puede llevarnos a buenas soluciones. Es una muy
buena enseñanza que agradezco a mi amigo Odalys. En nuestro entorno laboral o
profesional, estaremos siempre expuestos a situaciones complicadas. El éxito en
la resolución de estos problemas, dependerá de nuestra gestión creativa.
En este sentido, el gobierno
presentó a principios de mes su propuesta de reforma fiscal. Sin embargo, nos
enteramos de golpe y porrazo, que nuestra “blindada” economía padecía de un
terrible cáncer, una déficit fiscal por RD$187,000.00 millones. Como
consecuencia, el gobierno entendió potable la presentación de un “megaparche”
para tapar este hoyo planteando una reforma, nada integral, que atenta contra la
sostenibilidad de los sectores productivos y que sentenciaría hacia su
desaparición a la clase media dominicana.
Lo cruel y poco consensuada de la
pieza, así como la urgencia para su presentación en el Congreso, denota una
falta de creatividad por parte de nuestras autoridades para presentar una
reforma novedosa. Una vez más, se nos plantea una “cascada de impuestos”, sin
tomar en cuenta la calidad del gasto. Estimamos como crítico, tanto talento
desperdiciado, para que nos presenten tal “chapuza”. Es evidente que nuestras
autoridades fueron poco creativas en encontrar medidas alternas para la
redacción de una propuesta equitativa y justa. El nuevo gobierno pierde así,
una excelente oportunidad de vanagloriarse con el pueblo. Al contrario, de
manera inexplicable, ha rehusado categóricamente a ejercer su deber, de
informar quiénes fueron los responsables de tal dispendio de recursos. Creo que
han subestimado la capacidad de los ciudadanos de saber cuándo se les está
tomando el pelo.
A través de décadas, nuestro
pueblo ha sido confinado a un ostracismo intelectual, a través de gobiernos tan
imprudentes, como corruptos. En un acto de deslealtad, el país ha sido sometido
a estructuras de poder orientadas a fomentar el clientelismo, la dependencia,
la cultura del “dao” y el desdén a todo lo que huela a cultura, arte e
intelectualidad. Vivimos en la cultura del romo, el ruido y la chercha eterna.
Nuestros medios de comunicación, en su mayoría, nos bombardean con propuestas
banales, intranscendentes y chabacanas. No hay quien vele por el desarrollo del
espíritu crítico de nuestros ciudadanos. Ya lo dice el genial periodista español
Jesús Quintero: “Hoy en día todo es superficial, frívolo, elemental, primario”.
Vivimos en un constante círculo
vicioso de escándalos. Cuando no es el precio del pollo, es la situación del
salami, luego la importación de pacas, el encarcelamiento de Omega, de repente
el asunto de las pensiones, y así sucesivamente, y ninguno se esclarece. Cada
escándalo da pie al siguiente, sin que se llegue a la conclusión del último. Es
esa espiral de chercha parafernalia que inunda nuestro diario vivir, que nos
hace una sociedad vulnerable a gobiernos irresponsables, que extienden sus
redes para atrapar y aniquilar la conciencia crítica de los dominicanos. Es
como si nos hubiesen impuesto un candado a nuestro derecho a opinar y a
quejarnos.
Sería interesante que el gobierno
se deje ya de chácharas y acciones petulantes, y tome como ejemplo las medidas
de ajuste realizadas por el gobierno de Francois Hollande, el cual ha empezado
a reorganizar la casa, empezando por la cabeza, recortando todo indicio de
gasto superfluo y corrupto. O también ejerciendo como la presidenta Dilma
Roussef, quien no le ha temblado el pulso para someter a la justicia a
funcionarios corruptos, incluyendo los de su mismo partido.
Así mismo, el pueblo debe ejercer
su derecho a indignarse y manifestarlo de manera pacífica, pero contundente.
Debemos reaccionar y dar un giro diferente a nuestro presente, para forjarnos
un futuro más justo.