lunes, 29 de septiembre de 2014

SANTIAGO AL LIMITE



El pasado viernes, leí el estupendo artículo del amigo y gran profesional César Payamps, bajo el título “Santiago Crece y se disminuye” y no puedo estar más de acuerdo con lo que este gran arquitecto y melómano describe. Nuestra otrora hermosa ciudad vive uno de sus peores momentos y su antiguo esplendor ha sido relegado al más miserable ostracismo.

Nuestro Santiago, ha sucumbido, no sólo ante la contaminación física, sino también a la contaminación visual y acústica. Es muy común encontrarnos con montañas de basuras en los barrios y corrientes de aguas pestilentes que inundan nuestras aceras. Además, estamos ante una de las peores tentativas de nuestro derecho a la tranquilidad, pues cualquier desaprensivo se le ocurre la instalación de bocinas al son de estruendosos y horribles temas. En cualquier esquina proliferan negocios cuyos escándalos estremecen cualquier indicio de sosiego, violando incluso leyes que prohíben estas actividades en zonas residenciales, ante la inexistencia de autoridades, como las de Medio Ambiente, llamadas a controlar este mal.

En Santiago no cabe queridos lectores un letrero más. Es alarmante, tal cual explica el amigo Payamps, que ya no tengamos espacios públicos libres, actualmente atiborrados de propaganda politiquera y anuncios comerciales, que nos incitan al consumismo miserable y a la pérdida de nuestro anterior apacible hábitat urbano.

En nuestra hidalga ciudad es prácticamente imposible encontrar bibliotecas, museos, centros culturales, parques, zonas verdes y áreas de recreación sana, las cuales han sucumbido ante los colmadones estruendosos, las bancas de apuestas, los prostíbulos disfrazados de clubs nocturnos y la proliferación de tarantines informales que ocupan nuestras aceras.

Me da mucha tristeza, observar a personas en vehículos tirar cáscaras de guineos, botellas, servilletas y demás basuras a la calle, lo que denota que el problema de Educación en estos lares es mucho más grave de lo que pensamos. Vivimos una sociedad estruendosa, donde nadie respeta el derecho al espacio ajeno, donde cualquier pelafustán se atreve a orinarse en la vía pública sin el más mínimo pudor. Así mismo, personas en vehículos caros, supuestamente gente disque de nivel, volándose los semáforos en rojo (como el de la Leche Rica en la Autopista Duarte) o transitando en vía contraria (como en la calle del Materno Infantil). 

Así mismo, nos hemos convertido en la capital del crimen. Cada día, sólo hay que sentarse a ver los programas del amigo José Gutierrez para que nos demos cuenta de la ola de asaltos y atracos que nos arropa. Ya no somos una ciudad segura, ya ni de día se puede sentir uno a salvo. Lo peor, que carecemos de una policía capacitada, moderna, que sepa atender las necesidades de seguridad de la población. Siempre he pensado y reitero, que la Policía Nacional deber ser profundamente reestructurada, con agentes bien pagos y con buenos equipos.

El “primo” Payamps expresa en su escrito algo clave: Como sociedad tenemos la predisposición de echarle la culpa de nuestros males al gobierno. Sin lugar a dudas, es poco lo que las autoridades han tradicionalmente aportado a nuestro bienestar, pero es una verdad mayor, que nunca nos preguntamos qué hemos hecho cada uno de nosotros para mejorar la situación. Con quejas y lamentos es poco lo que podemos lograr. Algunos nos atrevemos a escribir lo que sentimos, pero otros pueden contribuir ahorrando agua, no tirando basura a las calles, emprendiendo negocios que generen empleos formales, asumiendo cultura y disciplina financiera, contribuyendo con el ejemplo a la educación de los hijos, en fin, haciendo el bien y respetando al otro.

Finalmente, al mismo tenor del Sr. Payamps, exhorto a cada santiaguero y santiaguera, que le duela esta ciudad, a contribuir con un cambio de actitud, una especie de metamorfosis que vuelva a encarrilarnos como lo que somos, un pueblo ejemplar y  no un Santiago al límite.

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