martes, 28 de enero de 2014

DEL ESPEJISMO DEL CRECIMIENTO A LA CONCRETIZACION DEL DESARROLLO



Recientemente el gobernador del Banco Central Don Héctor Valdez Albizu informó al país que la economía dominicana creció en 2013 un 4.1% lo que representa un crecimiento superior al 3% proyectado, incluso siendo mayor al promedio de las economías de Latinoamérica y El Caribe estimado en un 2.7% según el FMI.

Según el máximo responsable de esta institución la mezcla entre las medidas adoptadas en términos fiscales y monetarias, como el incremento del gasto público, vía financiamientos a las PYMES y el sector agropecuario, así como la liberación de poco más de RD$20,000 millones del encaje legal fueron las responsables de tal logro.

En todo el 2013, los sectores de mayor crecimiento fueron la minería en un 105%, Construcción un 7.3% y la Intermediación Financiera en 10.5%. Obviamente, en el caso de la minería este crecimiento se fundamentó en las actividades de la Barrick Gold. En cuanto a la Construcción, estuvo bastante influenciada por las obras que están siendo llevadas a cabo por el gobierno, como la construcción de escuelas y las nuevas vías de tránsito, como la tan esperada Circunvalación Norte. En términos de intermediación financiera, el crecimiento estuvo marcado por la generación de nuevos préstamos por la reducción del encaje legal.

Si realizamos una indagación más profunda, es posible encontrar algunas sombras. Las importaciones de petróleo, el motor de una economía no productora de oro negro como la nuestra se redujo un 4.9% en 2013. Así mismo se evidenció una  reducción en la importación de bienes de capital y consumo, sobretodo en la República Dominicana, un país pequeño que requiere traer todo (insumos y materia prima) de fuera para ver emerger su capacidad productiva y estimular el consumo y las exportaciones. 

El uso del crecimiento del PIB como medida fundamental para medir el éxito de un país en términos económicos, deja dudas muy serias. Nuestro hermoso país, tradicionalmente ha tenido buenos crecimientos de su PIB, sin embargo tenemos muy bajos niveles de desarrollo y un mayor grado de desigualdad, que se traduce en mayor pobreza y estancamiento de la generación de empleo.

El mero crecimiento por sí solo, no nos ofrece mucho, pero sin embargo, es bueno hacer la aclaración que sin crecimiento nunca habrá mejorías. El sentido es que un crecimiento que no se acompaña con un incremento en los niveles de bienestar y desarrollo socio económico de la mayoría de los ciudadanos del país, no tiene sentido. Es como ganar un juego de pelota, porque el equipo contrario no se presentó.

No podemos hablar de crecimiento económico, cuando los jóvenes dominicanos carecen de oportunidades y empleos de calidad. No podemos hablar de crecimiento económico cuando tenemos los más altos niveles de delincuencia y el narcotráfico ha erosionado nuestra sociedad. No podemos hablar de crecimiento económico cuando tenemos más pobres y la clase media dominicana en peligro de extinción. No podemos hablar de crecimiento económico, con un sistema educativo malo, donde el caos y el irrespeto a las instituciones nos arropan. No podemos hablar de crecimiento económico con una Policía Nacional disfuncional y podrida. No podemos hablar de crecimiento económico con un sistema de salud insalubre y no podemos pensar siquiera, en crecimiento económico, siendo uno de los países más corruptos y clientelistas del mundo.

En este sentido, existen otros indicadores, más apegados a la realidad de un país, que nos pueden dar luz sobre el verdadero desempeño de quienes nos gobiernan. Uno muy conocido es el Índice de Desarrollo Humano o IDH, que mide el grado en que los gobiernos generan oportunidades a sus ciudadanos en términos de longevidad, conocimientos y buen nivel de vida.

Está también el Índice de Pobreza Humana o IPH, que mide si los habitantes de una nación disfrutan de las opciones básicas para una larga vida saludable y beneficiarse de un nivel de vida decente.

Recientemente se ha desarrollado lo que se conoce como Coeficiente de Gini, diseñado por el estadístico italiano Corrado Gini, cuyo método mide los diferentes niveles de desigualdad. Este indicador se basa en la famosa Curva de Lorenz, una  representación gráfica que refleja de forma matemática la proporción acumulada de ingresos que obtienen las proporciones acumuladas de la población, para determinar los diferentes grados de desigualdad.

No estamos opuestos a que se siga usando el crecimiento del PIB para medir los resultados de un país, pues sin él estaremos condenados al estancamiento, más sin embargo, es hora de que el gobierne entienda y sepa interpretar para las buenas y mejores decisiones nacionales, los principales indicadores de desarrollo, pues tal como enunciaba el gran economista John Maynard Keynes “el problema político de la humanidad consiste en combinar tres cosas: eficiencia económica, justicia social y libertad individual”

Por Manuel A. Fernández

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