La supervisión
bancaria es clave para la buena salud de cualquier sistema financiero. Sin
embargo, en los últimos años hemos sido testigos de lamentables desaciertos de
supervisión en todo el sistema global que han permitido una de las más graves
crisis financieras de la historia.
En los Estados
Unidos, la desregularización de los mercados en 1999 con la derogación de la
ley Glass Steagall propició una miopía en la supervisión que desencadenó en una
enorme burbuja inmobiliaria y una riada de créditos hipotecarios de mala
calidad que estremecieron los cimientos del sistema financiero norteamericano.
En Europa, la pobre capacidad de supervisión de las entidades de control
fomentó a las familias a endeudarse hasta el cuello para vivir como reyes, para
luego caer en una espiral de crisis, pobreza y desempleo.
En nuestro país, la
crisis bancaria del 2003, que causó la quiebra de tres importantes bancos y una
devaluación profunda de la moneda, se debió a débiles y permisivos mecanismos
de supervisión bancaria. Como hemos visto, una pobre supervisión puede
ocasionar graves distorsiones económicas, por ende es una prioridad de
cualquier Nación fomentar y mantener una supervisión bancaria firme y alejada
de cualquier atisbo de flexibilización inoportuna.
En la Madre Patria,
el actual gobernador del Banco de España, Luis Linde admitió el verano pasado
que se actuó con poca decisión o de modo insuficiente o adecuado. Declaró que
la economía española estuvo sobrecalentada, con crecimiento desmedido del
crédito entre 2004 y 2007, por lo que sería absurdo negar que no se haya tenido
éxito en la vigilancia macroprudencial. Expresó que “una especie de euforia que
llevaba a no ver, o no querer ver, los riesgos que se estaban acumulando”.
Recientemente se ha
anunciado un nuevo modelo de supervisión con la implementación de inspectores
fijos o “empotrados” en las 16 entidades más grandes. Para el resto habrá una
supervisión a distancia con inspecciones cada tres años. También se
atacará la gobernanza de los bancos y el
riesgo por medio de requerimientos que exijan acumulación de beneficios y
recargos de capital. El 60% de la supervisión se dedicará a la inspección
tradicional y el otro 40% a seguimiento financiero y análisis de riesgo.
Adicionalmente se
establecerá un marco estandarizado para la adaptación de medidas supervisoras
en función del perfil de riesgo de las entidades de crédito.
A nivel europeo,
las autoridades anunciaron la creación de un mecanismo único de supervisión
bancaria para la zona euro, algo que se venía solicitando desde hace tiempo.
Esta Autoridad Única de Supervisión Bancaria de la Unión Europea estará
conformada por todos los miembros de la Unión, menos Inglaterra, Suecia y la
República Checa.
El objetivo de esta
entidad será la supervisión de las instituciones financieras de la Unión con un
capital superior a los 30,000 millones de Euros, lo que se traduce en unas
doscientas organizaciones que representan el 20% del PIB de la UE.
La dirección del
organismo estará compuesta por 17 supervisores de los países miembros, cuatro
miembros de la Banca Central Europea, un presidente y un vicepresidente. Esta
entidad buscará soluciones y más
prevención para un sistema de enorme influencia en la economía mundial.
En los Estados
Unidos, el gobierno de Obama ha propiciado la Ley Dodd Frank y la regla Volcker
que buscan poner a raya el poder del sistema bancario norteamericano, evitar
que los bancos de inversión tengan relaciones con los bancos comerciales y
limitar el tamaño de sus grandes grupos financieros.
En nuestro país,
como consecuencia del desaguisado bancario del 2003 se prohibió a los bancos
tener presencia en empresas vinculadas y se creó el Reglamento de Evaluación de
Activos (REA), eficiente pieza angular de nuestra actual supervisión bancaria.
Cuando los países
toman decisiones absurdas como flexibilizar o disminuir la supervisión bancaria
para fomentar un dinamismo en la economía, sólo puede esperarse tremendas
metidas de patas que han puesto al mundo al borde del colapso financiero.
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