Recientemente el gobernador del
Banco Central Don Héctor Valdez Albizu informó al país que la economía
dominicana creció en 2013 un 4.1% lo que representa un crecimiento superior al
3% proyectado, incluso siendo mayor al promedio de las economías de
Latinoamérica y El Caribe estimado en un 2.7% según el FMI.
Según el máximo responsable de
esta institución la mezcla entre las medidas adoptadas en términos fiscales y
monetarias, como el incremento del gasto público, vía financiamientos a las
PYMES y el sector agropecuario, así como la liberación de poco más de RD$20,000
millones del encaje legal fueron las responsables de tal logro.
En todo el 2013, los sectores de
mayor crecimiento fueron la minería en un 105%, Construcción un 7.3% y la
Intermediación Financiera en 10.5%. Obviamente, en el caso de la minería este
crecimiento se fundamentó en las actividades de la Barrick Gold. En cuanto a la
Construcción, estuvo bastante influenciada por las obras que están siendo
llevadas a cabo por el gobierno, como la construcción de escuelas y las nuevas
vías de tránsito, como la tan esperada Circunvalación Norte. En términos de
intermediación financiera, el crecimiento estuvo marcado por la generación de
nuevos préstamos por la reducción del encaje legal.
Si realizamos una indagación más
profunda, es posible encontrar algunas sombras. Las importaciones de petróleo,
el motor de una economía no productora de oro negro como la nuestra se redujo
un 4.9% en 2013. Así mismo se evidenció una
reducción en la importación de bienes de capital y consumo, sobretodo en
la República Dominicana, un país pequeño que requiere traer todo (insumos y
materia prima) de fuera para ver emerger su capacidad productiva y estimular el
consumo y las exportaciones.
El uso del crecimiento del PIB
como medida fundamental para medir el éxito de un país en términos económicos,
deja dudas muy serias. Nuestro hermoso país, tradicionalmente ha tenido buenos
crecimientos de su PIB, sin embargo tenemos muy bajos niveles de desarrollo y
un mayor grado de desigualdad, que se traduce en mayor pobreza y estancamiento
de la generación de empleo.
El mero crecimiento por sí solo,
no nos ofrece mucho, pero sin embargo, es bueno hacer la aclaración que sin
crecimiento nunca habrá mejorías. El sentido es que un crecimiento que no se
acompaña con un incremento en los niveles de bienestar y desarrollo socio
económico de la mayoría de los ciudadanos del país, no tiene sentido. Es como
ganar un juego de pelota, porque el equipo contrario no se presentó.
No podemos hablar de crecimiento
económico, cuando los jóvenes dominicanos carecen de oportunidades y empleos de
calidad. No podemos hablar de crecimiento económico cuando tenemos los más
altos niveles de delincuencia y el narcotráfico ha erosionado nuestra sociedad.
No podemos hablar de crecimiento económico cuando tenemos más pobres y la clase
media dominicana en peligro de extinción. No podemos hablar de crecimiento
económico, con un sistema educativo malo, donde el caos y el irrespeto a las
instituciones nos arropan. No podemos hablar de crecimiento económico con una
Policía Nacional disfuncional y podrida. No podemos hablar de crecimiento
económico con un sistema de salud insalubre y no podemos pensar siquiera, en
crecimiento económico, siendo uno de los países más corruptos y clientelistas
del mundo.
En este sentido, existen otros
indicadores, más apegados a la realidad de un país, que nos pueden dar luz
sobre el verdadero desempeño de quienes nos gobiernan. Uno muy conocido es el
Índice de Desarrollo Humano o IDH, que mide el grado en que los gobiernos
generan oportunidades a sus ciudadanos en términos de longevidad, conocimientos
y buen nivel de vida.
Está también el Índice de Pobreza
Humana o IPH, que mide si los habitantes de una nación disfrutan de las
opciones básicas para una larga vida saludable y beneficiarse de un nivel de
vida decente.
Recientemente se ha desarrollado
lo que se conoce como Coeficiente de Gini, diseñado por el estadístico italiano
Corrado Gini, cuyo método mide los diferentes niveles de desigualdad. Este
indicador se basa en la famosa Curva de Lorenz, una representación gráfica que refleja de forma
matemática la proporción acumulada de ingresos que obtienen las proporciones
acumuladas de la población, para determinar los diferentes grados de
desigualdad.
No estamos opuestos a que se siga
usando el crecimiento del PIB para medir los resultados de un país, pues sin él
estaremos condenados al estancamiento, más sin embargo, es hora de que el
gobierne entienda y sepa interpretar para las buenas y mejores decisiones
nacionales, los principales indicadores de desarrollo, pues tal como enunciaba
el gran economista John Maynard Keynes “el problema político de la humanidad
consiste en combinar tres cosas: eficiencia económica, justicia social y
libertad individual”
Por Manuel A. Fernández