lunes, 22 de julio de 2013

¿EXISTE LA EXCELENCIA EN EL SERVICIO EN NUESTRO PAIS?



Cada vez que voy a un negocio, ya sea una tienda o un restaurante, siempre termino haciéndome la misma pregunta. La verdad que en nuestro país y básicamente en nuestra ciudad de Santiago, el servicio al cliente deja mucho que desear. Por lo menos, esa ha sido mi experiencia.

El pasado fin de semana concurrí con unos compañeros de la Maestría a un conocido restaurant en Los Jardines Metropolitanos especializado en pastas, donde la actitud de uno de los camareros fue totalmente deplorable. A mí personalmente me irritan los restaurantes donde uno se siente como si fuera un favor que se le está haciendo a sus dueños. Este elemento, con todos los gestos impresentables habidos y por haber, pareció molestarle una simple pregunta que hiciera uno de mis acompañantes, tan elemental como saber en qué tiempo podría estar la comida. Su respuesta, tan mal educada como infame, rompe con todos los estándares del servicio al cliente. Para colmo de males, tuvo el descaro de faltarle el respeto a otra compañera, cuando le exigió que se retractara. En ese momento, una de las dueñas, a quien conozco ligeramente, no se encontraba presente. Lamentablemente, muchos negocios, no cuentan con la correcta supervisión de sus propietarios, dejando que el personal actúe como “chivos sin ley”. Obviamente nos largamos de ese lugar, para no volver nunca más.

En una sociedad con una alta tasa de desempleo juvenil, da pena ver como estos jóvenes no cuidan en lo absoluto la oportunidad que le da la vida de desempeñar un trabajo honesto. Aquí es que siempre pienso en el espinoso tema de la problemática de la Educación. Si usted como individuo no ha recibido la dicha de una educación adecuada, luego no podrá desempeñarse eficientemente en sus puestos de trabajo. Soy de los que creo, que la aptitud de servicio debe fomentarse desde etapas tempranas, tanto en el seno familiar, como en escuelas o colegios. Esto tal vez, era lo que en mis tiempos de infante se conocía como Urbanidad. Luego, hay que desarrollar la actitud hacia el servicio, que debe brotar del mismo ser humano y afianzarse con un buen entrenamiento y capacitación permanente.

Parece ser, que sólo aquellas empresas, donde los dueños, generalmente un clan familiar, están constantemente presentes en el negocio, suelen entregar un buen servicio. Un ejemplo al que siempre recurro es el negocio De León Gomas, de mi gran amigo Sebi, sus padres y hermanos. Todos están integrados en el negocio familiar, y han impregnado al mismo una cultura se servicio al cliente fenomenal. Sus empleados, están perfectamente alineados a esta cultura, y el trato, además de agradable, es eficiente y personalizado. Da gusto ver a Don Sebastián, recibiéndote personalmente con una enorme sonrisa. Una empresa realmente exitosa, basada en una servicio de calidad.

Tengo que admitir que no siempre resulta así, pues me pasó una vez que fui a un bar donde el joven propietario estaba más preocupado por atender a sus amigotes, que a los demás clientes, a quienes trataba con indiferencia y desgano. No hay que ser un gurú en negocios, para saber que aquellos negocios que dependen de un grupo amigos, a quienes se les flexibiliza el crédito en demasía, termina irremediablemente cerrando sus puertas. Un servicio de primera, debe ser total.

Me parece que una de las causas del mal servicio en nuestra ciudad es la falta de inversión en capacitación y entrenamiento. Y el problema es ese, que muchos no lo ven como una inversión, sino como un gasto. Pero lo que ignoran, es el alto costo que tiene para su negocio, un personal malo y con poca o nula inclinación a ofrecer un buen servicio.

Es patético ver en algunos negocios, al personal malhumorado, con un truño insoportable, mal vestidos y sobre todo, que no dominen a la perfección los servicios o productos que el negocio ofrece. Peor aún, que sean respondones y maltraten al cliente, mandándoles generalmente a “freír espárragos”. No hay un evento que le haga más daño a un negocio, que un empleado, ya sea un camarero, un oficial de servicio al cliente o dependiente, que le falte el respeto a un cliente. 

Otra desconsideración que está muy aunada a un servicio deficiente, es el menosprecio al tiempo del cliente. Me pasa mucho con los médicos que dan consulta por ejemplo (no todos), que hacen esperar interminables horas a sus pacientes. A principios de este año, debí hacerme unos estudios médicos, y tomé un permiso en mi trabajo para salir temprano a entregar unos resultados al doctor en cuestión. Llegué a las 4:00 pm y me acabó recibiendo casi a las 10:00 de la noche. Seis horas, que pude haber invertido en actividades más productivas. Es inhumano hacer esperar tantas horas a alguien para sólo realizar algo tan trivial, como dar unos resultados de unos análisis. Lo peor, la actitud poco humana y vagabunda de la chica que funge como asistente, quien  atendió con menoscabo mis reclamos, dándole mayor importancia al chisme por teléfono y a su cuenta de facebook.

Si he de expresar todo el compendio de malas experiencias en cuanto a un mal servicio recibido, tendría material para una extensa enciclopedia. Sé que usted también mi querido lector. Es alarmante la mala calidad del servicio que se ofrece en muchos de nuestros establecimientos comerciales. Lo peor, es que muchos propietarios lo saben, y no toman las medidas de lugar. Irremediablemente, debemos reclamar nuestros derechos, pues parece que muchos olvidan el detalle de que, si me maltratas, no sólo no regresaré, sino que no te voy a recomendar con más nadie!!.

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