Estamos viviendo
tiempos difíciles. Las imprudencias cometidas por los grandes bancos
norteamericanos a través del otorgamiento indiscriminado e irresponsable de
créditos basura, su posterior titulación y venta a través del mundo, creando un
efecto de contagio globalizado, explosionaron en la más devastadora crisis
financiera que se conoce desde la Gran Depresión. Lo peor de todo, que aunque
existen leves vestigios de mejora, los actores principales que ocasionaron esta
debacle, aún poseen intacto su poder. Ante este hecho, nadie nos puede
garantizar, que en el futuro, vuelvan a cometerse estos actos.
Sin embargo, un
oasis sobre este desierto se erige como una solución alterna y es lo que mundialmente
se conoce como la economía solidaria y al frente de esta, el Movimiento Cooperativista.
Ya desde sus inicios esta corriente trascendió como una alternativa ante los
embates de la revolución industrial.
Con un sistema
financiero mundial donde el grifo del crédito se encuentra prácticamente
constreñido debido a que los bancos se encuentran en una enredadera de
cumplimientos de requerimientos de capital y difíciles procesos de
reestructuración, el financiamiento por medio del sistema de la economía solidaria,
ha tomado el testigo del crédito productivo. Nuestras cooperativas de ahorro y
crédito, han establecido soluciones financieras a todos sus asociados, con un
carácter solidario, que fomenta el sentimiento emprendedor de nuestra población
más necesitada, que por su carácter informal, no pueden acceder a créditos en
el sector bancario.
En países tan
afectados por la crisis financiera como España, con una altísima tasa de
desempleo, sus empresas cooperativas han realizado la hazaña de crear nuevas
alternativas de trabajo. No por nada, el pasado 2012 fue declarado el Año
Mundial de las Cooperativas, un reconocimiento mundial a los grandes aportes
que realizan estas instituciones.
El movimiento
cooperativista aglutina más de 1,000 millones de socios, creando más de 100
millones de empleos, según la ONU y ha ayudado a mejorar el nivel de vida de un
alto porcentaje de la población mundial. Las 300 empresas más grandes del
sector cooperativo ingresan más de US$1.3 trillones, lo que se convertirían por
sí solas en la novena potencia económica mundial.
Por otro lado, el
50% de la producción agrícola mundial se comercializa a través de cooperativas.
Así mismo, las cooperativas de ahorros y crédito prestan servicios de calidad a
casi 900 millones de personas, el 13% de la población mundial. En países tan
desarrollados como Japón y Canadá, las cooperativas representan el 40% del
volumen empresarial.
En Finlandia, el
75% de la población pertenece a una cooperativa. En Bélgica, si entras a una
farmacia, lo más probable es que estés en una cooperativa. En Alemania, los
bancos cooperativos tienen más de 16 millones de miembros. En Italia, el 50% de
la agroindustria es gestionada por cooperativas.
Como ya habíamos
mencionado, a pesar de la fuerte recesión económica, las cooperativas españolas
siguen siendo una opción relevante a la hora de generar empleos de calidad y
altamente estables. Por ejemplo, en el País Vasco se crearon en 2011, en medio
de lo peor de la crisis, 150 nuevas cooperativas y el 13% de la población española
vive en casas promovidas por cooperativas.
Es ese carácter de
pertenencia que hace atractivas a estas instituciones, donde sus socios se
sienten parte viva de la misma, y no un mísero número o código de cuenta.
Además, los mismos participan en las actividades socio-culturales que
constantemente se diseñan como parte del compromiso social que las caracteriza.
Miles de operativos médicos, educativos, de vacunas y prevención de
enfermedades son constantemente aportados por las mismas. Recientemente, las cooperativas,
particularmente las del Cibao, se han convertido en un fuerte bastión de
defensa de nuestros recursos naturales.
Como mencionara en su momento el comisario europeo para el empleo, el
Sr. Laszlo Andor “Las cooperativas recuerdan a la comunidad internacional que
es posible buscar la viabilidad económica y la responsabilidad social.”