martes, 22 de abril de 2014

LA GLOBALIZACION DE LA DECENCIA

Recientemente terminé de leer el genial y al mismo tiempo simpático libro titulado “El Economista Esperanzado” del reconocido conferencista español Don Leopoldo Abadía. Este libro viene a ser una especie de manual para salir de la crisis. Escrito en 2012 en pleno hervidero por la posibilidad de un mega rescate al sistema bancario español. Don Leopoldo es un personaje que se hizo famoso por su primea obra “La Crisis Ninja y otros Misterios de la Economía Actual”, que describe y explica con un lenguaje muy llano y un gran sentido del humor los orígenes de la crisis financiera de 2007-2008. Desde entonces, Don Leopoldo, ha realizado cientos de conferencias y ha escrito otros interesantes libros.

Uno de los capítulos de “El Economista Esperanzado” me ha llamado la atención y es el que se refiere a la Globalización de la Decencia. Es un tema vital, sobretodo para lo que pensamos que la Globalización, como instrumento, solo ha servido para hacer de este mundo más cínico e indolente, poco solidario y que ha explotado hasta la saciedad su recursos naturales. Vivimos un mundo donde la ética, la moral y la decencia han pasado a un segundo plano.
  
 Según el diccionario de la lengua española decencia significa “dignidad en los actos y en las palabras” y que ética es una cosa “recta, conforme a la moral”. Por ello cuando hablamos de la falta de ética se entiende que las cosas que se hacen no son rectas, conforme a la moral, es decir que se desprecia el bien en general y la dignidad a nadie le importa. Dice con cierto aire de crudeza un refrán “todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”. Es el camino que esta sociedad parece escoger, donde el irrespeto y la vagabundería generalizada nos arropa. Y es que nos hace falta mucha decencia.

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha sido muy enfático en este tema, pues según su criterio, la crisis financiera, fue más una crisis de decencia. Una crisis donde los banqueros de los países desarrollados, olvidando sus verdaderas funciones de ser asesores financieros de sus clientes, se adhirieron a comportamientos más que indecentes para estafar y robar el dinero de sus ahorrantes. En uno de sus libros menciona “en los años anteriores a la crisis se aprobaron leyes que posibilitaron que algunos hicieran cosas malas sin salirse de la ley.

Muchas de las prácticas eran claramente inmorales. Fueron más allá de la decencia, pero no de lo que era legal.” Así anda este mundo, sembrado con la semilla de la indecencia permitida, sólo hay que encender la televisión y ver los noticieros para darnos cuenta. El mundo de las Finanzas, uniéndose a la carcomida clase política, también ha caído en los tentáculos de la inmoralidad.

Un ejemplo de ello es el famoso caso de las Preferentes en España, donde miles de pobres ahorrantes, entre ellos jubilados, obreros y amas de casa, vieron como “vagabundísticamente” sus ahorros fueron transformados en acciones preferentes sin su consentimiento, que con los bancos y cajas quebrados, no son sujetos de retiro, por considerarles “accionistas”.

Un hecho bochornoso que ha indignado a la sociedad ibérica y que refleja el grado de indecencia de los banqueros. En nuestro país, cada día más nos despertamos con un nuevo escándalo. Recientemente, nuestro presidente Danilo Medina devolvió la propuesta de reforma al código penal, debido a que nuestros “honorables” y “serviles” diputados eliminaron los artículos que daban derecho a cualquier ciudadano a querellarse de un funcionario público. Esta es una verdadera vergüenza nacional, no es más que es un intento de legitimizar la indecencia. Debería darles vergüenza a quienes propiciaron esta canallada, un verdadero atentado al estado de derecho y las libertades públicas.

Este sistema, si se le puede llamar así, sólo ha servido para fomentar la angustia y la desazón, de un pueblo, que no reacciona, ante la alta dosis de indecencia a la que diariamente somos expuestos. La dignidad, remitida a un ostracismo preocupante, ha desaparecido de nuestro lenguaje moral y de nuestro comportamiento. Hay que reencauzar la globalización, que el dinero fluya desde los países ricos hacia los pobres y no al revés como ocurre actualmente. Entendiendo los problemas de la globalización, estaremos en la capacidad de formular soluciones para obtener algún grado de alivio.                

Debemos aprender de la crisis y motivar un cambio hacia un mundo más igualitario y más digno para vivir, enarbolando como punta de lanza, la globalización de la decencia.

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