Hace justamente 10 años, el
entonces gobernador del Banco Central, José Lois Malkún, en una lúgubre
alocución al país, informaba de un monumental fraude bancario acaecido en el
mediático Banco Intercontinental, mejor conocido como BANINTER. Con este
anuncio se inicia lo que hoy conocemos como la Crisis Bancaria Dominicana del
2003, que tuvo un efecto devastador en las finanzas nacionales y en el nivel de
vida de decenas de miles de dominicanos.
Un servidor conoce bastante de
este desafortunado proceso, pues lo vivió en carne propia por estar laborando
en esas tristes fechas en el malogrado Banco Mercantil, otro de los bancos
quebrados junto al Banco Nacional de Crédito (Bancrédito). Para quienes
trabajamos en estas instituciones, este aniversario representa un calamitoso
recuerdo y un “puñetazo en la mesa” para gritar y exigir que estos hechos no
vuelvan ocurrir Nunca Más!!!!!. (Esta
frase fue utilizada por las plataformas de apoyo contra el derrame del
petrolero Prestige frente a las costas gallegas en noviembre 2002)
Precisamente en el último
trimestre del 2002, el sistema bancario dominicano entró en un alarmante
proceso de iliquidez y con fuerte rumores de bancos en muy mala situación,
principalmente el BANINTER. Todos los oficiales de negocios, nos encontrábamos
en las calles buscando como locos captar recursos para cada una de las instituciones
financieras para poder cumplir con las agendas de desembolsos, pero el dinero
no fluía.
El año 2003 inició con mucha
incertidumbre desde el punto de vista financiero y con una incipiente crisis de
credibilidad en nuestro sistema bancario. Los rumores eran cada vez más fuertes
y frecuentes, era el tema de conversación en cualquier rincón de nuestro país. De
repente, en el mes de marzo se anuncia con bombos y platillos la adquisición
del BANINTER por parte del Banco del Progreso. Este hecho trajo cierto respiro
a la difícil situación, pero semanas después, nos dimos cuenta que todo era un
espejismo, ya que los dueños del Progreso decidieron anular la operación por
encontrar graves indicios de irregularidades en el BANINTER.
Ante la gravedad de la situación,
el Banco Central decide informar a la nación que en el Banco Intercontinental
se había descubierto un gigantesco fraude por alrededor de RD$55,000 millones,
algo nunca visto en esta noble pero sufrida isla caribeña. Luego después la
situación empeora con el anuncio de nuevas irregularidades en otros dos bancos,
el Bancrédito y el Banco Mercantil.
Para los que trabajábamos en
aquel momento en el Mercantil, la noticia impactó como cual bomba en los
cimientos de la institución. Un ambiente de miedo y desesperanza cundió en
nuestras oficinas y lo peor, tener que recibir y manejar la “crecida” de
clientes que en masa vinieron a buscar sus depósitos. Momentos muy duro, que no
deseo a nadie experimentar.
Hay muchos que aún afirman,
aunque no se pudo demostrar, que estábamos ante un evento sistémico, pero
aunque sólo fueron tres bancos los afectados, la confianza en todo el sistema
bancario cayó estrepitosamente. Como es conocido por todos el Bancrédito fue adquirido
por la familia León, convirtiéndose en el Banco León. El Mercantil fue
adquirido en primeras instancias por el Republic Bank de Trinidad y Tobago,
quiénes luego transferirían toda la cartera al BHD. Parte de los activos del
BANINTER, fueron adquiridos por el Scotiabank.
Una fuerte corrida de depósitos y
el salvataje oficial de los depositantes del BANINTER crearon un caos en el
sistema financiero nacional ocasionando una fuerte y continua devaluación del
peso dominicano ante el dólar lo que produjo una fuerte inflación que afectó el
bolsillo de todos los dominicanos. Los efectos sobre la balanza de pagos fueron
igualmente devastadores a causa de un acelerado proceso de fuga de capitales
que se inició tan pronto se conocieron los fraudes bancarios.
En menos de un año el peso se
devaluó un 67% frente al dólar, el crecimiento de la economía fue de -1.9% y la
calificación crediticia del país cayó a niveles insostenibles. Miles de
dominicanos perdieron sus puestos de trabajo o sus negocios tuvieron que
cerrar. Al final, los “hoyos” detectados alcanzaron la cifra de RD$83,500
millones. Las brechas sociales se abrieron más, ya que la desigualdad se
incrementó exponencialmente.
Entre las razones que hicieron
posible esta barbaridad se encuentran una ineficiente regulación y falta de
acertada supervisión, falta de controles internos, mala calidad de la cartera, ineficiencia de las autoridades para
intervenir y evitar los fraudes, además de que varios principios de las Normas
Basilea no se estaban cumpliendo. Como es obvio, los bancos afectados estaban
ejerciendo sistemas contables paralelos, uso desmedido de los recursos,
negocios a través del sistema “off Shore”, otorgamiento inescrupuloso de
préstamos a vinculados y dando comisiones “por la izquierda” a sus principales
ejecutivos.
Algunas de las medidas más
trascendentales tomadas a raíz de la crisis fue prohibir el otorgamiento de
préstamos a vinculados, desprender a los bancos de empresas satélites que no
tuvieran nada que ver con el negocio bancario y la puesta en práctica del nuevo
Reglamento de Evaluación de Activos (REA), piedra angular de la actual
supervisión bancaria.
Cada vez que las autoridades, por
X o Y razón, deciden desregular en demasía y dejar las entidades financieras
actuar a su libre albedrío, ejerciendo de manera imprudentemente sus actividades
de negocios, tenemos la desafortunada presencia de terribles crisis
financieras. Lo vivimos en el país hace 10 años, lo vivió México en 1994,
Argentina en 2001 y más recientemente Estados Unidos y el sur de Europa desde
2008. Por ello, es preciso decir que esto no puede volver a ocurrir, por la
salud de nuestro país…Nunca Más!!!
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